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Vientos inesperados

Vientos inesperados.

Ya caía la tarde y el sol dejaba huella en mi recámara con un bochorno insoportable, quería recostarme un poco, pues había tenido un día muy agitado y con el calor que había hecho me sentía exhausta; abrí la puerta de mi pequeño balcón para que entrara algo de viento, sin embargo, por un rato no ocurrió nada. eran alrededor de las 6:30.

Estaba adormilada cuando un viento muy agradable comenzó a sentirse hasta mi cama donde estaba casi inmóvil para evitar movimiento alguno que me hiciera sudar. 

El viento comenzó a soplar cada vez más fuerte, la cortina volaba de adentro hacia afuera, entre sueños medio pensé en que acabaría muy sucia, pero era tan placentero el momento que dejé de preocuparme.

Habían transcurrido 10 minutos más o menos, tanto viento trajo nubes muy cargadas que parecía que se habían postrado justo en el techo de mi casa, la lluvia, acompañada cada vez más de un viento muy fuerte hicieron que la cortina se enredara alrededor de los barrotes del balcón, tenía que cerrar la puerta pues el agua se metía rápidamente, el viento, que se empeñaban en atraer el tremendo aguacero para adentro me impedía hacerlo; corrí para pedirle ayuda a mi hijo o mi marido, nuestro mac apareció ladrando al ver mi hazaña y se veía muy asustado, antes de salir de mi cuarto escuché gritos de mi hijo y su novia que me avisaban que por el gran domo de la escalera se estaba metiendo agua a cántaros, se escuchaba como el viento afuera, enfurecido silbaba como en son de burla por su travesura, que había provocado a las nubes derramar tanta agua con granizo.

Mi hijo pudo desatorar la cortina del balcón y cerrar la puerta, de cualquier forma ya el piso de madera estaba mojado. 

El intento por secar con jergas y toallas continuó en la escalera y en los muros por donde escurría el agua hasta la planta baja. Pero otra batalla se llevaba a cabo en el estudio de mi esposo quien también luchaba por poner trapos en el piso de alfombra que ya se encontraba anegado.

La coladera del patio se había tapado por el exceso de granizo y por ello el agua comenzó a meterse por debajo de la puerta. Los árboles cercanos se movían para todos lados y la calle y los techos de tejas de todas las casas del condominio estaban blancas en plena primavera .

El perro corría por toda la casa, haciendo más difícil el trabajo de secado de escaleras, pisos de sala y cocina que también sufrió de exceso de agua que con un jalador logramos sacar al patio.

Una hora y media mas tarde el viento dejo de silbar y solamente una lluvia ligera seguía cayendo, los árboles ya no se movían y la huella de aquella tormenta inesperada era el paisaje blanco que tardó en desvanecerse poco a poco.

Después de un baño caliente, todos nos sentamos a la mesa para cenar y hacer comentarios de lo acontecido, donde las risas también aparecieron, después de habernos visto envueltos en una maraña de acciones para intentar detener a la naturaleza. A pesar del cansancio reflejado en las caras de todos, esta experiencia y ejercicio de unión familiar, fue increíble y divertida.

Los daños no habían sido mayores, habría que pensar en revisar los cristales del domo para sellarlos nuevamente; los noticieros dedicaron un buen de tiempo para dar parte de los sucesos que se dieron en toda la ciudad, inundaciones por doquier, letreros caídos por los vientos tan fuertes que, en mucho tiempo no se habían dado, y menos en esta época del año.

Así es que hay que estar preparados aún cuando un simple vientecito comience a soplar y éste traiga una melodía de silbidos intensos que nos anuncian que el cielo se va a caer.

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